viernes, 27 de noviembre de 2015

Marcas en la piel


Modele de Tatuaje
www.modelepentrutatuaje.com/tatuaje-horror.html
Es un homúnculo. No parece venir de ningún mito druida, ni de un procedimiento alquímico, de donde provienen habitualmente estos hombrecillos. Este homúnculo sale (¿entra?) de la piel.
La piel marcada, la piel rota, que es también la frontera entre la intimidad del Yo y la exterioridad del mundo. La frontera rota, pues.
De modo que el homúnculo estaba en el adentro del cuerpo y trata de salir. Le cuesta. No es fácil mostrar la intimidad, suele ser monstruosa. Pero el deseo de mostrarse puede más. Y el homúnculo pugna por salir para seducir a quién sabe quién.
Esta imagen, como siempre, es mentira. Es la representación de una representación. Pero tiene algo que le da una legitimidad singular: es una imagen inscripta en el cuerpo.
El cuerpo es una superficie de inscripción de indicios como la edad, el sexo, la clase social. El tatuaje no es sino la inscripción de una marca, un signo de la identidad que se propone a los otros.
Antes, en los sesentas, los setentas, las tribus urbanas (los punks, después los maras) se tatuaban para señalar su pertenencia a una cultura en conflicto. Aquellos signos tribales remitían al cosmos, a lo sagrado.
Ahora, los tatuajes tribales no tienen conexión alguna con lo sagrado. Son, simplemente, una coquetería. Porque los tatuajes son también un modo de la identidad, pero de una identidad narcisista.
Detrás del tatuaje está el deseo. El deseo insaciable (insaciable como es el deseo) que busca señalar que uno está disponible para otro. Entonces el tatuaje convierte al cuerpo en un fetiche del goce.
Ocurre, sin embargo, que estos son tiempos líquidos, tiempos en los que los lazos sociales son frágiles y, en todo caso, fugaces. El tatuaje, con su declaración de perennidad, trata acaso de sujetar la fragilidad de los vínculos con una marca indeleble.
Pero, cuando se tiene la conciencia terrible de que el otro es reemplazable porque siempre puede haber alguien que promete más gozo, el deseo es efímero. Se desvanece en el aire todavía sudoroso del sexo reciente. ¿Qué hacemos con el tatuaje perenne, entonces?
El mercado, que todo lo puede, encontró la solución. Un tatuaje temporal, no indeleble, que se inscribe sobre la superficie de la piel con henna, un pigmento vegetal, que dura sólo algún tiempo. Un tatuaje light. Como el deseo de la posmodernidad.